Más allá de la tradición: Zettelkasten también puede ser efectivo en digital
En esta columna exploramos la implementación digital de un sistema que su máximo expositor concibió analógica y que, en virtud de la tradición, algunos solo conciben de esa manera.
No recuerdo exactamente cuándo comencé con uno de los proyectos de más larga extensión que he emprendido en mi vida: el de mantener un Zettelkasten. Seguro el registro está en alguno de mis journals, porque estoy seguro de que mis primeros pasos hacia este estilo de vida lo di durante el confinamiento asociado a la pandemia de Covid-19. Es posible que haya ocurrido alguna mañana silenciosa de fines de 2020.
Hoy hacen más de dos años desde mi primera aproximación al método que, por cierto, expliqué con cierto grado de detalle en una columna anterior. El camino, como todo en la vida, no ha estado libre de dificultades. Lo más difícil ha sido llegar a una implementación que me haga sentir completamente satisfecho. He probado distintas aplicaciones, he tenido breves experiencias con la manera analógica, he redefinido mis propósitos, he cambiado su estructura, lo he reconstruido por completo y he hecho casi todo lo que, según Scott P. Scheper, se pued evitar con un Zettelkasten analógico.
Scott P. Scheper, que se define a sí mismo como "The Analog Knowledge Guy" (o, el chico del conocimiento analógico), maneja un canal de Youtube bajo su nombre y es autor de un libro titulado: "Antinet Zettelkasten" (el An en Antinet por Analógico). En ambos medios promueve lo que denomina "la única manera" de mantener un Zettelkasten: con papel, lápiz y una o más cajas para organizar las notas.
La estrategia no es suya: se basa explícitamente en la historia de este sistema de gestión del conocimiento, cuyo exponente más conocido por estos días es Niklas Luhmann, un carismático sociólogo alemán que publicó decenas de libros y varias centenas de artículos. Todos y cada uno de estos productos se derivó directamente de la relación que Luhmann mantenía con su sistema de tarjetas de índice (del inglés index cards).
Con una intención que peca de conservadora, Scott defiende la manera analógica como la única forma de producir conocimiento de calidad, postulado que decidió justificar escribiendo un libro de 700 páginas a partir del contenido de las notas que ha escrito a lo largo de los años en tarjetas de papel de 4"x6" o 3"x5" y que guarda en un set de cajas muy sofisticadas.
Según él, implementar un Zettelkasten de manera digital padece de más contras que beneficios. Por ejemplo, es mucho más fácil caer en la tentación de... ¡reconstruirlo por completo! Y si bien reconstruir un sistema con 100 notas no sería un mayor problema, sí lo es cuando este alcanza su masa crítica, punto en que puede llegar a tener mil, cinco mil o diez mil notas (el mío tiene unas tres mil).
Otro de los aspectos que Scheper critica del ZKD, corresponde a la manera en que se accede a la información, específicamente la facilidad con que, usando una combinación de teclas para abrir el buscador, se puede encontrar cualquier nota sin recorrer antes el índice o las notas aledañas. Encontrar una nota en un sistema analógico es claramente más trabajoso, pero según el autor, el trabajo extra ayuda a neuroimprimir (del inglés neuroimprint) las ideas en tu cerebro, haciendo que el Zettelkasten sea un apoyo a la memoria más que la memoria en sí misma.
Pero la crítica no se acaba aquí: también manifiesta su desacuerdo con el uso de etiquetas, la acumulación de notas sin sentido, la vista gráfica que proporcionan apps como Obsidian, la experimentación continua con nuevos plugins y nuevas aplicaciones y, en general, lo fácil es que resulta caer en la tentación de ocuparse de la forma más que del fondo.
A pesar de que en esto último tiene razón (lo digo porque lo he experimentado en carne propia) y aunque la lista de contras pueda ser extensa, creo que no es argumento suficiente para dejar a un lado la tecnología. Vivimos en un mundo en que lo digital ha llegado para quedarse (aunque este tampoco es argumento suficiente para justificar la adopción obligada de lo digital).
Lo que quiero decir es que un Zettelkasten sí puede implementarse de manera digital, sí puede resultar útil, sí es posible resistir la tentación y, especialmente si la otra opción es no tener nada, un Zettelkasten Digital sí es un proyecto que vale la pena.
En lo personal, hay tres razones que justifican mi decisión de mantener uno digital en lugar de uno analógico y pasaré a detallarlas a continuación.
La primera, tiene que ver con la accesibilidad. Soy de esas personas que aprovecha cualquier momento disponible para aprender. Ya sea que tengo un break en el trabajo, que estoy de paseo en cualquier rincón, o que espero a alguien en el auto. Nunca sé cuándo encontraré un hecho, una idea o un pensamiento en el contenido que consumo, hallaré algo que no sabía y que quiero aprender o simplemente tendré una idea propia que no quiero olvidar.
Sí, un Antineter podría sacar una tarjeta de papel de su bolsillo y registrarla allí, aunque para mí no es suficiente. Puede que quiera indagar sobre cómo se conecta con las otras ideas que ya están integradas en mi Zettelkasten o compararla con algún apunte previo. Y para eso, necesito andar con todo mi sistema encima. ¿La única forma de que sea viable? Tenerlo en digital (y no, no voy a hacer el trabajo doble de escribirlas en papel para luego escanearlas, extraer el texto a través de alguna app de OCR y bla, bla, bla). Además, llevar el Zettelkasten conmigo me permite repasar las notas (las tarjetas digitales) en cualquier parte y así fomentar la memorización, pieza clave del aprendizaje.
La segunda, se encuentra en la eficiencia. Puedo escribir infinitamente más rápido con el teclado del computador (unas 125 PPM promedio según Monkey Type) que con papel y lápiz. En este punto, Scheper diría que precisamente en esa fricción se encuentra toda posibilidad de aprendizaje, pero como alguien que ha dedicado decenas de horas a estudiar la neurobiología de la memoria, puedo decir que eso es cuanto menos una exageración. Es cierto que la fricción ayuda a evitar registrarlo todo, pero tener una idea clara respecto de tus áreas de interés puede proporcionar la misma resistencia (y además te evita perder una buena idea solo porque te dio pereza incluirla en tu sistema).
La tercera, dice relación con la conservación de las notas. Por mucho cuidado que se tenga, no hay manera de evitar que las notas en papel se deterioren, ya sea por la calidad del papel o tinta que se ha usado, o bien por los aceites que transferimos a las notas durante la manipulación. Pero claro, aún deterioradas es altamente probable que las notas en papel sobrevivan a su autor... A menos que ocurra algo inesperado. Un incendio, una inundación o incluso derramar un poco de líquido encima podría ser suficiente para destruirlo todo.
Hay muchas maneras en que tu caja con notas puede terminar destruida accidentalmente. Y aunque a algunos les parezca una mirada catastrofista, cuando se compara con lo digital, las probabilidades están de mi lado: es mucho más probable que ocurra una de estas opciones a que se pierda la información de tu computador y la nube al mismo tiempo.
Otras razones más secundarias podrían ser la posibilidad de buscar una nota rápidamente cuando esta ha sido guardada en un lugar de tu sistema que quizá no sea el más apropiado para encontrarla, la opción de establecer vínculos entre notas para pasar de una nota a otra sin tener que recurrir al índice, la escalabilidad, en tanto no se necesita comprar más papel, más lápices, ni más cajas; y la posibilidad de agregar imágenes sin tener que imprimirlas o recortarlas.
En definitiva, pese a que Luhmann construyó su Zettelkasten con papel y lápiz, y aun cuando es probable que si viviera hoy hiciera lo mismo, es importante reconocer que las herramientas digitales han revolucionado la manera en que manejamos la información. Más que repudiarlas por sus contras, encuentro más lógico aprender a usarlas.
Es evidente que nuestra interacción con lo analógico no es igual que nuestra interacción con una pantalla y un teclado, pero eso no le quita validez al empeño. El espíritu de los tiempos (y por qué no, un poco de sesgo de confirmación) favorecen el uso de herramientas digitales en la construcción de un Zettelkasten.