La ilusión del libre albedrío es una ilusión en sí misma
Un breve ensayo que explora la manera en que el determinismo desafía la noción de libre albedrío y las razones por las que este último no es más que una ilusión—la que a su vez también es una ilusión.
Cuando se trata de poner bajo la lupa situaciones como los cientos de decisiones que tomamos a diario, no importa dónde sea que la neurociencia dirija sus esfuerzos, el resultado casi siempre el mismo: el libre albedrío se explica en base a alguna forma de determinismo, con lo que se termina por negar su existencia y calificarlo como una ilusión.
Para comprender esta perspectiva, es esencial que examinemos primero algunos conceptos. Por un lado, el determinismo es una doctrina filosófica según la cual cada cosa que ocurre en el universo es el resultado de una larga cadena de eventos previos desde el presente hasta el origen del universo. En palabras de John Searle, el determinismo afirma que “toda acción es precedida por causas suficientes”.
Por otro lado, el libre albedrío corresponde a la creencia según la cual las personas tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones. Pero intentar mantener esta afirmación supone la negación de la afirmación final del párrafo anterior, que se puede presentar de dos maneras equivalentes: no todas las acciones son precedidas por causas suficientes o algunas acciones no son precedidas por causas suficientes.
Estos dos párrafos bastan para afirmar que el libre albedrío es opuesto al determinismo porque viola uno de sus principios fundamentales: que en cada momento hay una única decisión que se puede tomar. Como explica Javier Santaolalla, la existencia es como una partida de billar: una vez que se golpea la bola blanca todas las consecuencias son predecibles porque ninguna de las bolas afectadas por el impacto de la primera puede decidir que quiere moverse de una manera distinta a la que le condicionan la mecánica del universo en que vivimos.
Sin embargo, a pesar de que en este punto podamos tener más o menos claro por qué el determinismo es contrario al libre albedrío, ¿basta para suponer que este último sea solo una ilusión? O más aún, ¿cómo se puede llegar a pensar que incluso esta ilusión es una ilusión en sí misma?
Cuando se trata de un fenómeno natural como un terremoto o una tormenta no nos cuesta mucho aceptar que haya una explicación causal (la tectónica de placas o los fenómenos meteorológicos, respectivamente). Sin embargo, cuando se trata de decisiones humanas, como votar por uno u otro candidato en una elección presidencial, nos parece imposible que estas decisiones tengan una explicación determinista.
Según Robert Sapolsky, el libre albedrío resulta forzosamente incompatible con el determinismo porque cuando se trata de decisiones humanas no podemos decidir los estímulos sensoriales del entorno, los niveles hormonales con que despertamos, nuestras experiencias traumáticas del pasado, el grupo socioeconómico al que pertenecen nuestros padres, nuestros genes, la alimentación de nuestros ancestros, etc.
Esto significa que, como no podemos decidir nuestro contexto actual ni el pasado y menos aún el contexto en que vivieron nuestros antepasados, tampoco podemos decidir nada en el presente. Toda decisión estará necesariamente influenciada por esa mochila biológica, psicológica y cultural que no es otra cosa que una cadena de causas.
Así, el libre albedrío no es más que una ilusión. Nuestros pensamientos e intenciones emergen de una base de la que no somos conscientes y sobre la cual no tenemos control porque ocurre antes de la consciencia. Si la postura del determinismo es correcta, significa que el futuro ya está decidido, incluidos todos los estados mentales futuros y los comportamientos subsecuentes asociados.
Pero incluso podemos ir un paso más allá: la ilusión del libre albedrío representa una ilusión en sí misma. Como solo nos hacemos conscientes de nuestros pensamientos luego de que aparecen en nuestra mente, no podemos saber cuál es nuestra intención hasta que se manifiesta en forma de pensamiento. Una famosa frase del filósofo Arthur Schopenhauer es “You can’t will what you’ll will”, que significa que, aunque pudiéramos decidir qué hacer, no podemos decidir lo que decidiremos hacer.
La negación la existencia de aunque sea una mínima forma de voluntad que actúa libremente supone un peligro potencial: hace posible esgrimir una excusa para cualquier comportamiento inmoral. Por ejemplo, podríamos decir que nuestra falta encuentra su origen en un proceso mecánico, de una causa genética o de un desequilibrio bioquímico. Todas estas son causas que escapan de nuestro control. Sin embargo, esta línea argumental erra al asumir que voluntad y responsabilidad son la misma cosa cuando desde el punto de vista de la ética no lo son, tema que será abordado en una futura columna.
En síntesis, debemos quedarnos con tres ideas centrales. Primero, que el libre albedrío es fundamentalmente incompatible con el determinismo a pesar de algunos empeños por permitir su coexistencia dentro un mismo espacio (e.g., compatibilismo). Segundo, que el libre albedrío es una ilusión porque nuestros pensamientos y las decisiones asociadas surgen de procesos que tienen lugar antes de la consciencia. Y tercero, que la ilusión del libre albedrío es también una ilusión por una razón similar a la anterior.
Excelente texto, amigo. 😘