Divagaciones sobre la superposición de objetos en los viajes a través del tiempo
¿Qué pasa si una máquina del tiempo estática se desplaza a un instante donde otro objeto usa el mismo espacio? Es una pregunta que reviso a la luz de algunas de las obras de ficción más importantes.
En La máquina del tiempo, una de las obras maestras de H. G. Wells, el autor nos invita a presenciar la materialización de un sueño que ni la ciencia del siglo XXI ha conseguido: viajar en el tiempo.
En el preludio del viaje, el viajero se manifiesta abiertamente preocupado por la posibilidad de que la materialidad de la máquina o su ocupante se superpongan con algún objeto que pueda haber ocupado (en el caso de un viaje al pasado) o que vaya a ocupar (en el caso contrario) la misma posición espacial.
Pero, ¿es esta una preocupación válida?
Tratándose los viajes en el tiempo de una cuestión que se basa en supuestos y en hipótesis, varias obras de ciencia ficción nos han conducido a pensar —quizá erróneamente— que los medios de transporte temporales requieren también de un cierto desplazamiento por el espacio.
Por ejemplo, en la película Volver al futuro, la máquina del tiempo es un automóvil que para moverse a otro punto del tiempo, también debe moverse por el espacio. Cada vez que el Dr. Brown ocupa el DeLorean para adelantarse o devolverse en el tiempo, lo vemos acelerar el automóvil a toda velocidad.
Como una máquina del tiempo tiene por objetivo permitir los viajes en el tiempo y no en el espacio, es perfectamente plausible que el vehículo sea uno de tipo inmóvil, como el que Wells nos describe en su novela.
A pesar de que esta máquina del tiempo se asemeja a un trineo, en términos funcionales se diferencia de este tipo de vehículos en un aspecto fundamental: para llevar a su ocupante de un punto a otro no necesita moverse por el espacio. Y es que una máquina del tiempo se mueve por una línea de… tiempo.
En La máquina del tiempo, se nos deja entrever que la máquina en cuestión permite moverse en ambas direcciones, pasado y futuro. Sin embargo, en el relato solo la vemos moverse con éxito hacia el futuro—y, bueno, de regreso al presente. Aunque estrictamente el viaje de regreso constituye un viaje al pasado (donde el futuro es el presente), si consideramos como referencia el presente del inicio, entonces no. Y de hecho, a simple vista, uno podría pensar que es menos peligroso viajar al futuro que al pasado.
En El ruido de un trueno, Ray Bradbury nos muestra lo devastadoras que pueden resultar las potenciales consecuencias de permitir que un viajero descuidado (por ponerlo así) vaya de visita a la Era Mesozoica y altere (con o sin querer) el entorno de alguna forma, por insignificante que parezca.
Independiente de que viajemos al presente o al pasado, la preocupación del viajero de Wells es razonable. Como la máquina solo se mueve por el tiempo y no por el espacio, resulta importante preguntarse si en algún momento del pasado o del futuro, la posición donde se encuentra la máquina en el presente fue o será ocupada por otro objeto físico que resulte en una superposición parcial o total de ambos objetos.
A pesar de que no tengo las competencias para realizar ningún tipo de cálculo físico o matemático que funde lo que afirmaré a continuación, tiendo a pensar que la probabilidad de que se produzca una superposición aumenta exponencialmente en relación con la longitud del salto temporal.
Con esto quiero decir que si un viaje de 100 años tiene una probabilidad de superposición p, uno de 200 años debería tener una probabilidad mayor que 2p por un factor que no soy capaz de determinar.
El hecho de que luego de su primer viaje nuestro viajero regresa con éxito podría ser considerado por algunos como la refutación de la hipótesis enunciada en el párrafo anterior. Sin embargo, permítaseme argumentar en mi defensa que los sucesos narrados en la obra corresponden a ficción y no tienen por qué ser coherentes con la realidad.
Digo esto porque: bien el viajero tiene mucha suerte (y en ningún momento del futuro hay otro objeto que se superponga con esta) o bien el autor aprovechó su omnipotencia (y desafió deliberadamente esta ley hipotética que expliqué antes).
Si de verdad la probabilidad de colisión aumenta exponencialmente con la longitud del salto temporal, un viaje de 800 mil años debería aumentar la probabilidad de colisión a un nivel muy cercano al 100%.
Dicho al revés: la probabilidad de que la máquina no entrara en superposición en un viaje temporal tan largo es infinitamente menor que ganarse la lotería.
Como este laberinto no pareciera tener salida, cabe preguntarse si lo que ocurrió en su segundo viaje (el que se enuncia al final de la obra) no tuvo que ver acaso con que su suerte se agotó y, al decidir viajar en la dirección opuesta (a su pasado) o todavía más al futuro, se produjo una superposición.
Por principios de la física que incluso un infante tiene oportunidad de aprender en su interacción con el medio que le rodea, sabemos que dos objetos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo. De hecho, aunque el aire pareciera "ser nada", cada vez que movemos un objeto macizo dentro de una habitación, llámese nuestro brazo, una piedra o un sofá, el aire "se tiene que mover" para dejar espacio al objeto.
Este principio nos resulta aún más claro si intentamos poner dos objetos macizos en la misma posición sobre una mesa. Por mucho que lo intentemos, no podemos hacer que dos rocas se ubiquen en el mismo lugar. Y a pesar de que para el lector esto pudiera parecer demasiado obvio, se trata de un principio fundamental para lo que preocupa al viajero.
En los dos experimentos mentales que propuse más arriba, los objetos se están moviendo principal- pero no exclusivamente por el espacio. En cambio, cuando la máquina viaja en el tiempo, no se mueve por el espacio, sino por la dimensión temporal del espacio-tiempo.
Pero, ¿qué pasaría en el caso de una superposición?
Ante el hipotético caso de que la máquina se desplazara en el tiempo a un cierto momento en el tiempo y apareciera repentinamente en la misma posición que ahora ocupaba otro objeto, me gusta imaginar que ocurriría lo que en jerga computacional se denomina un bug.
Es como cuando, en un programa computacional mal diseñado, un usuario ingresa una cadena de caracteres en el campo de un formulario llamado "Edad" que esperaba un número entero como entrada. El programa simplemente se crashea y se produce un bug que requiere atención del programador.
¿Quiero decir con esto que la realidad se crashearía ante una situación así? ¿Es que acaso la Matrix nos mostraría una pantalla azul de la muerte (BSOD)? ¿Podríamos llegar a ver el código fuente de la realidad o la consola de errores? No.
Prefiero pensar que que, en su perfección, y siempre y cuando realmente sea posible viajar en el tiempo, el universo dispondría de algún mecanismo de protección que impida que estos sucesos ocurran o de un cierto protocolo orientado a resolver este tipo de inconvenientes de manera natural.
Lo más catastrófico que puedo imaginar es que la superposición produciría una explosión gigantesca. Producto de las fuerzas fundamentales que regulan las interacciones a nivel cuántico, las partículas que de pronto intentarían ocupar una misma posición espacial se repelerían tan fuertemente que la mayor de nuestras bombas nucleares parecería un juguete al lado.
La fascinación por los viajes en el tiempo, tanto en la ficción como en la ciencia, nos lleva a especular sobre las limitaciones y peligros inherentes a tales aventuras. La incertidumbre sobre las implicancias físicas de una superposición espacial nos invita a reflexionar en torno a la posibilidad de que el universo disponga de un "mecanismo de corrección" para evitar colisiones catastróficas entre objetos. Por ahora, la ficción nos sigue ofreciendo el espacio perfecto para imaginar qué podría suceder en un viaje más allá del presente. ¿Será que algún día descubriremos si estos viajes son realmente posibles o si seguirán siendo solo el dominio de la literatura y el cine? Solo el tiempo lo dirá.