Una breve reflexión sobre la motivación escolar
La motivación escolar es uno de esos conceptos altamente manoseados en educación. La cultura nos ha enseñado que para conseguir resultados necesitamos de una motivación alta. Pero, ¿qué hay de cierto?
La motivación escolar es uno de esos conceptos altamente manoseados tanto por quienes debemos reflexionar en torno a ellos porque nos compete profesionalmente, como por quienes, por un sesgo personal, se creen habilitados para criticar desmedidamente el rol de los profesores en su desarrollo. Con esto no quiero decir que los no-profesionales de la educación no tengan derecho a opinar sobre temas educativos, pero hay que tener en cuenta que opinar es distinto de emitir un juicio de valor desde la cómoda posición de outsider.
La cultura nos ha enseñado que para conseguir buenos resultados necesitamos de una motivación alta. Es común que los estudiantes perciban esa motivación como algo ajeno a su experiencia personal o como algo que debe venir desde afuera. Pero la verdad es que no siempre es cierto que se necesita motivación para empezar, ni tampoco es adecuado poner el locus de control en una posición externa a uno.
La motivación intrínseca y extrínseca
Respecto de su origen, se puede clasificar a la motivación en dos grandes categorías: la motivación intrínseca y la motivación extrínseca. La motivación intrínseca, por un lado, es aquella que se siente al hacer algo que es agradable, interesante o divertido por sí mismo. La motivación extrínseca, por otro lado, es aquella que surge en la anticipación de una recompensa o la evitación de un castigo. Esta última está, en consecuencia, asociada al condicionamiento clásico.
En términos de interpretación, ambas se pueden ubicar en los extremos opuestos del concepto. Sin embargo, se ha comprobado que, si bien es cierto que la recompensa externa asociada a la motivación extrínseca puede inicialmente incrementar el esfuerzo de una persona para llevar a cabo una acción, una vez que la recompensa se acaba o se deja de proporcionar, se reduce la motivación intrínseca, produciendo un efecto positivo en el corto plazo, pero indeseable en el largo plazo. Es decir, estos dos tipos de motivación son opuestos en tanto conceptos, pero no por eso disjuntos.
¿Dos o cuatro niveles?
Algunos teóricos han sugerido que además de estos dos niveles, existen otros dos que también forman parte de la taxonomía de la motivación: la identificación y la introyección. En la secuencia a continuación he ordenado los 4 niveles, según el grado de control del sujeto, desde el más próximo a la experiencia del individuo al más lejano.
La motivación intrínseca te lleva a hacer algo porque es divertido.
La identificación te lleva a hacer algo porque es importante para ti.
La introyección te lleva a hacer algo para no sentirte avergonzado de ti mismo.
La motivación extrínseca te lleva a hacer algo para no meterte en problemas o porque obtendrás algo a cambio.
Diferencias en la motivación de los buenos y malos alumnos
Está claro que el lenguaje usado en el encabezado no es para nada técnico, pero cuando, en una conversación entre profesores, nos referimos a buenos y malos alumnos generalmente lo hacemos basándonos en dos criterios: el rendimiento académico y el comportamiento en el aula. Los buenos alumnos son aquellos que rinden y se comportan bien y, los malos alumnos, viceversa.
Aquellos estudiantes que encuentran el estudio académico fácil y que rinden bien se sienten motivados por el solo hecho de ser buenos en lo que hacen cayendo así en un círculo virtuoso. Aquellos estudiantes que, en cambio, no encuentran el estudio académico fácil, necesitan una motivación extra e incluso una razón para seguir yendo a la escuela, porque simplemente no le encuentran sentido.
No necesitas una motivación para empezar
A veces pareciera ser que la única manera de empezar a hacer algo (una tarea, por ejemplo) es teniendo una motivación y un propósito claro. La motivación pasa a ocupar el rol de causa de los logros académicos. Sin embargo, esto no es tan así: tienes que empezar una actividad para ver progreso para sentirte exitoso y, finalmente, sentirte motivado. Por eso es que los estudiantes que rinden bien se sienten automotivados.
La clave es entonces encontrar la manera de comenzar, empresa personal que probablemente tenga más que ver con el desarrollo de los hábitos adecuados y la metacognición.
La importancia de los hábitos
Una vez que hemos conseguido que una secuencia de acciones se convierta en un hábito, la rutina funciona de manera automática. Solo necesitas un pequeño estímulo para ponerte en marcha y dejarte llevar por la ley de inercia: lo que está en reposo, sigue en reposo y, lo que está en movimiento, sigue en movimiento. Es decir, no puedes esperar conseguir resultados sin comenzar.
Y a veces no es que no queramos empezar porque sintamos pereza o hayamos caído en el círculo vicioso de la procrastinación, sino que simplemente nos sentimos preocupados respecto de la dificultad de la tarea. No obstante, una vez que empezamos, eso que nos impedía abordarla comienza a desvanecerse poco a poco. La clave está en encontrar la manera de superar ese punto de máxima incomodidad que tiene lugar, generalmente, durante los primeros 5 minutos que hacemos una tarea.
El rol de la metacognición
Por otro lado, la formación inicial docente tampoco provee las mejores herramientas para fomentar la -también manoseada- metacognición en los estudiantes, entendida como el proceso que permite que los estudiantes sean capaces de manipular a voluntad el resultado del proceso de aprendizaje por medio de la autoobservación y la elección de distintas estrategias que le permitan dar cumplimiento a su objetivo.
El desafío en términos de formación inicial docente
Nadie duda que la mayoría de los profesores (no puedo decir que todos, porque siempre hay excepciones aisladas) intenta hacer lo mejor que puede para conseguir que sus alumnos aprendan y crezcan como personas. Sin embargo, esta intención lleva asociada un condicionante: si el profesor no cuentan con el conocimiento y las herramientas adecuadas, que deberían haber sido proporcionadas por su formación inicial, su empeño difícilmente se traducirá en buenos resultados.
De hecho, según algunos educadores, las diferencias en el rendimiento de los estudiantes se explica en una parte importante por la calidad de la formación inicial docente. ¿Qué mejoras nos falta por implementar en ese nivel educativo? Muchísimas. Pero esas serán tema para una reflexión futura.