Apología a la retroalimentación educativa
Este escrito pretende poner al día, a cualquiera que lo necesite, sobre la retroalimentación educativa.
La retroalimentación es el proceso por el cual un tercero comunica a quien aprende las dificultades o deficiencias que observó en la demostración de alguna habilidad o del dominio de cierto conocimiento. Este rol generalmente es asumido por el profesor, aunque también lo puede adoptar un adulto no docente, un compañero o par, e incluso el mismo estudiante.
Normalmente, la retroalimentación se entrega después de un hito de evaluación con la finalidad de que el estudiante sepa lo que se esperaba de él, en qué aspectos puede mejorar y por qué alcanzó o no la calificación máxima. Sin embargo, la retroalimentación, en sus distintas formas, también puede —y de hecho debe— formar parte de los procesos de aprendizaje y de estudio.
En una columna anterior me referí a la importancia de reconocer en el error una parte ineludible del proceso de aprendizaje. Hice hincapié en que cualquier intento por eliminarlo elimina de paso la posibilidad de aprendizaje. Por esta razón —y otras que irán asomándose a lo largo de este escrito—, es que la retroalimentación constante y permanente, sobre todo después de una evaluación o de haber realizado una práctica en clases, en tanto ejemplo de práctica efectiva para el aprendizaje, no puede quedarse fuera del aula.
Características de una buena retroalimentación
A pesar de que se podría elaborar una lista mucho más extensa, hay cuatro aspectos que toda retroalimentación digna de cierto valor debiese considerar:
Objetividad: La retroalimentación debe ser tan objetiva como sea posible en tanto se trata de un análisis de las habilidades y no de la persona del individuo. En este sentido, debe proporcionarse de manera tal que esté libre de juicios personales.
Difícil predicción: Una buena retroalimentación es difícil de predecir. Es decir, hace que quien aprende preste atención a aspectos que no había percibido hasta entonces. Decir cosas que son evidentes no aporta nada al proceso de aprendizaje.
Oportunidad de mejora: Una retroalimentación útil es aquella que, además de comunicar qué es lo que se está haciendo mal, da ideas o pautas respecto de lo que se puede hacer para mejorar. Es decir, ofrece una oportunidad de mejora a través de una propuesta accionable.
Temporalidad: La retroalimentación debe ser entregada de manera continua, consistente y a tiempo. Lo ideal es proporcionarla tan pronto como sea posible, de modo que los aprendizajes estén aún frescos en la memoria del estudiante.
Tipos de retroalimentación
La retroalimentación es una componente del proceso de enseñanza y aprendizaje cuyo análisis admite variadas tipologías. A partir de ellas, se le puede clasificar según distintos criterios (según su naturaleza, según el carácter de la evaluación asociada, según el agente y según su efecto sobre el aprendiz). Sin embargo, debido a que no es mi intención confeccionar aquí un tratado sobre el tema, me he limitado a revisar el primer criterio: el de la tipología según su naturaleza.
Retroalimentación de respuesta correcta
Es el tipo más común de retroalimentación y consiste en entregar a los estudiantes la respuesta correcta de un ítem de la evaluación. Por inocua que parezca, existe evidencia suficiente para afirmar que incluso mostrar a los estudiantes una pauta con las respuestas correctas potencia la consolidación de los aprendizajes en su memoria a largo plazo.
En términos generales, no importa si se proporciona de manera inmediata o con cierto retraso. Sin embargo, cuando la retroalimentación forma parte de un proceso de aprendizaje (por ejemplo, cuando se usa durante una clase o durante una jornada de estudio) y no durante una evaluación, es vital proporcionarla tan pronto como sea posible, porque retardarla puede eliminar su beneficio. Es probable que este efecto se explique porque, transcurrido un cierto lapso, la red semántica en que se debe codificar la respuesta correcta ya no se encuentra activa, lo que impide que este proceso tenga lugar.
Retroalimentación elaborativa
Se podría decir que corresponde a una profundización del tipo señalado más arriba. Consiste en proporcionar a los estudiantes la explicación de por qué una respuesta es la correcta y no otra. En este sentido, es una mezcla entre la recompensa por aquello bien logrado y la aclaración del contenido o habilidad en cuestión. Es especialmente benéfico en el desarrollo de la transferencia, entendida esta como la capacidad para aplicar algo aprendido en cierto contexto en otro más o menos nuevo.
Su implementación requiere que los educadores busquen comportamientos positivos y demostraciones de una cierta habilidad entre los estudiantes y que subsecuentemente comuniquen sus observaciones de una forma positiva que promueva el afecto positivo y las futuras aplicaciones del comportamiento.
Efectos positivos asociados a la retroalimentación
Permite corregir errores
Cuando los estudiantes tienen la oportunidad de conocer sus errores durante una lección —esto es, recibir retroalimentación— pueden hacer algo para corregirlos. En el proceso, los estudiantes tienen la posibilidad de mejorar su capacidad de metacognición, duplicar la retención de la información a largo plazo y afianzar los aprendizajes.
Potencia el efecto de la recuperación
La retroalimentación de respuesta correcta entregada a continuación de la recuperación (de la raíz inglesa retrieval, la recuperación es el proceso neurológico por el cual se trae información desde los confines del cerebro a la memoria de trabajo para hacer uso de ella) potencia su sobre la consolidación del aprendizaje. Lo mejor es que este efecto no depende de qué tan bueno sea el rendimiento en una evaluación de práctica, de cuánto se disfrute la actividad o de la creencia del individuo en su efectividad.
Reduce el costo de las respuestas incorrectas
Los profesores solemos temer que al abrir el espacio para que los estudiantes respondan preguntas sobre el contenido en estudio, sus respuestas incorrectas queden indeseablemente registradas en su memoria y la de sus compañeros. Sin embargo, existe una manera simple de evitarlo: la retroalimentación.
Fomenta la hipercorrección
La hipercorrección es la probabilidad más alta de corregir un error de conocimiento general cuando originalmente se tiene la certeza de que la información que uno posee es precisa en lugar de no estar seguro de la información. Mientras más segura está una persona de una respuesta errónea, más alta es la probabilidad de que aprenda la versión correcta luego de que alguien le corrija en su error inicial.
Por ejemplo, si te preguntan por la capital de Australia es probable que contestes, con un alto nivel de confianza, Sídney. Sin embargo, la respuesta correcta es Canberra. Cuando recibes esta respuesta a modo de retroalimentación, se produce el efecto de hipercorrección: haber estado muy seguro de la respuesta errónea, hará que ahora sea mucho más difícil olvidar la respuesta correcta.
En este sentido, la retroalimentación juega un rol fundamental en la consolidación del aprendizaje. De no recibirse la información correcta a continuación del error, es imposible rectificarla. En cambio, cuando se recibe, como la red semántica está activa, la codificación se realiza de manera efectiva.
Efectos negativos asociados a la retroalimentación
Puede disminuir la motivación
Indebidamente comunicada, la retroalimentación puede tener efectos negativos sobre la motivación intrínseca del estudiante. Evitar dicho efecto requiere bien que el profesor aprenda a comunicarse mejor o bien que el estudiante desarrolle la habilidad para no tomar en cuenta la retroalimentación cuando adopta un carácter destructivo.
Puede dar una falsa sensación de fluidez
Creo que no le costará demasiado al lector docente imaginar una situación en que, desde su ubicación en el frente de la sala, interpela a sus estudiantes con una pregunta sobre algún tema que debiesen manejar y pasan uno, dos, tres, cinco segundos y nadie responde. Entonces hay dos opciones: reformular la pregunta y arriesgarse a que vuelva a ocurrir lo mismo o simplemente proporcionar la respuesta esperada. Los estudiantes, que ahora parecen recordarlo todo, dicen "¡Ah, eso era!" en masa y la clase continúa.
Como es normal que en una clase el profesor realice muchas preguntas con la intención de activar lo que los estudiantes saben, lo es también que nos encontremos una y otra vez en la misma encrucijada. Y una y otra vez resolvamos dando muchas pistas sin dejar tiempo suficiente para que los estudiantes puedan recordar o idear una respuesta. La clase fluye, pero la fluidez es falsa, imaginaria, virtual. No fluye porque los estudiantes sepan mucho, fluye porque el profesor se desespera muy pronto y da más y más pistas hasta que la respuesta es evidente incluso para alguien que nunca ha estudiado el tema. (Este es un tema que me gustaría profundizar en una columna futura.)
La retroalimentación en los modelos de enseñanza
Instrucción directa
En el modelo de instrucción directa, también conocido como método de enseñanza frontal, los estudiantes son introducidos a un nuevo contenido o habilidad y progresivamente van avanzando hacia un rol de aprendizaje más activo. Este modelo ha sido históricamente cuestionado por su ineficacia, sin embargo, cuando se implementa considerando todos sus pasos puede ser tanto o más efectivo que otros.
Las etapas son cuatro: exposición (en que el profesor explica a través de ejemplos y demostraciones), práctica guiada (en que los estudiantes ejercitan bajo el apoyo constante del profesor), práctica autónoma (en que los estudiantes ejercitan por sí solos a partir de lo aprendido por un periodo de tiempo suficiente) y retroalimentación (en que el profesor revisa, corrige y complementa las respuestas de sus estudiantes).
Aprendizaje acumulativo
La teoría del aprendizaje acumulativo es una teoría del desarrollo cognitivo desarrollada por Robert Gagné. Según esta, el aprendizaje sería en gran medida producto de las relaciones que el sujeto establece con su entorno y no atribuible simplemente al proceso de desarrollo como postulaba Piaget en su teoría de la epistemología genética.
El modelo consta de ocho pasos: motivación, aprehensión, adquisición, retención, recuerdo, generalización, rendimiento y, como no podía ser de otra forma, retroalimentación. Nótese que, en este modelo, la retroalimentación es el punto culmine de la actividad de aprendizaje.
Más allá de la retroalimentación
La educación es una ciencia que, en la planificación, diseño e implementación de sus procesos, no debiese admitir improvisación. Al menos no en aquellas áreas en que la teoría y la evidencia experimental es abundante (que son prácticamente todas). Hay evidencia, por ejemplo, para sostener que una mejora en las estrategias de evaluación influye positivamente en la calidad de los aprendizajes del alumnado. Entonces, ¿cómo no empeñarse en mejorarlas?
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